jueves, 20 de agosto de 2009

Al mal tiempo buena cara



Estoy convencida de eso. Qué necesidad hay de andar por la vida odiando todo y a todos. Creo que es pura energía desperdiciada. He conocido a amargueitors de esos que andan con una nube gris sobre ellos desde que despiertan hasta que se van a la cama. Siempre, o casi siempre, están juzgando o menospreciando a todo aquel que se les acerca. Por fortuna, he aprendido a mantenerlos a distancia. Las personas a las que más admiro son exactamente lo opuesto: bromistas, divertidas, amorosas y dicharacheras, como diría mi abuela.
De hecho, estoy convencida de que la amargura reseca la piel y provoca arrugas prematuras. En cambio, reír, sentirse agradecido, no complicarse la existencia y esforzarse por pasarla bien tiene un impacto realmente bueno en nuestra salud: nuestro sistema inmunológico se fortalece, reducimos la posibilidad de un infarto, entre otros beneficios que ahora no recuerdo, pero que las revistas de divulgación científica siempre mencionan.
Ahora entiendo por qué mi primo Jorge, que es doctor, siempre anda riéndose, incluso de cosas que no son naaada graciosas. Mmm... Hace bien.

Y bueno, de algún modo, entiendo que los amargados hayan quedado marcados por esas campañas y señores que se han encargado de malbaratar el optimismo. ¿Se acuerdan de "únete a los optimistas, abre tus alas, emprende tu vuelo"? ¡Horror! O qué tal el simpatiquísimo Miguel Ángel Cornejo con su optimismo para la excelencia... uff. Difícil olvidarlos.


Como verán, hoy estoy de muy buen humor. Espero que sea contagioso. :)

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