martes, 4 de agosto de 2009

La maldición de la fila

Me volvió a pasar. Estaba muy campante en la fila del súper cuando de pronto ésta dejó de avanzar. Por supuesto, el resto de las cajas tenían también filas kilométricas. Sabía muy bien que si me movía a una de éstas, la maldición de la fila, la cual me ha perseguido durante años, provocaría que la cola vecina se detuviera de manera inexplicable. Pero me ha pasado tantas veces, que uno aprende a lidiar con eso. De no ser por este embrujo que me aqueja, jamás me habría enterado que a Thalía le dio una enfermedad toda rara por culpa de una garrapata, o que hace poco murió Beto el Boticario, y que Santiago Creel y su novia están embarazados. Digo, al final es cultura general, y puede obtenerse de manera gratuita en los tiempos de espera en las filas colapsadas de los supermercados. ¿Por qué no? Y ya muy metida en la ojeada de revistas, hasta me ha dado tiempo de aprenderme un par de recetas de cocina que no me han quedado nada mal. Pero, ¿qué pasa? ¿De verdad son tantas las razones para que una fila se detenga? Ohh, sí. Tengo incluso una lista. Si se me escapa alguna, agradeceré que alguien por ahí me la recuerde.

1.- Corte de caja. Para esto la cajera 1 tiene que sacar todo el dinero, contarlo, distribuirlo en 26 bolsitas para cada nominación, esperar a su supervisor, con quien esperará a su vez a la cajera número 2, quien por supuesto carga con 26 bolsitas de cada nominación, listas para ser repartidas en los compartimentos de una cajita de apariencia inofensiva. (Todo esto pasa delante del desafortunado “siguiente” cliente, a punto del colapso, quien por supuesto suelo ser yo).
2.- Un producto sin código de barras. No falla. Alguien insiste en que su vida dejaría de ser la misma si no sale del súper con esos 20 gramos de queso azul que seleccionó cuidadosamente, pero sin fijarse en que ¡no tiene el maldito precio! Algún empleado tendrá que ir con toda la pereza del universo a checar cuánto cuesta el preciado manjar.
3.- Pago de servicios. ¿Por qué las personas que van delante de mí en las filas tendrán siempre la perversa idea de pagar la tenencia cuando yo sólo quiero salir lo más pronto posible de ahí? Esto es un grito desesperado: ¿¡por quéee!?
4.- Pago con vales. Al de adelante también se le puede ocurrir pagar con vales. Como son idénticos y no alcanza a ver los números para saber cúanto vale cada uno, se tarda 16 horas en juntar los 300 pesos de su cuenta.
5.- ¿Quién paga la cuenta? Me pasó una vez. Un señor y su hijo veinteañero discutían sobre quién pagaría. Pero discutían en serio, y ¡sin límite de tiempo! “No, papá, yo puedo pagar” (hijo haciéndose el independiente). “No, cómo crees, soy tu papá. No insistas” (papá negándose a abandonar su rol protector por unos minutos). Y así, argumentos parecidos repetidos una y otra vez que opté por ignorar mientras me enteraba de que el noviazgo de Peña Nieto y la Gaviota ya era oficial.




La hora pico en el súper puede ser muucho peor que esto.

1 comentario:

  1. Jaja,

    Excelente post! Creo que yo también sufro de esta maldición, xq todo lo que dices me pasa frecuentemente... :(

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