viernes, 25 de junio de 2010

Indicios de abuelez




Ayer me di cuenta de que he dejado de ser una señora y me he convertido en... ¡una ancianita! Me percaté de eso en el preciso momento en que le puse pausa al programa Everyday Food que grabo con el Tivo. Verme así, con los lentes en la punta de la nariz y mi pijama de franela fueron las pruebas claras de mi entrada sin retorno a la senectud. ¿O estaré exagerando?

Mi abuela Delfina hacía lo mismo. Claro, en lugar de recetas de Rachel Ray, su gurú en la cocina era Chepina Peralta. Y en lugar de tener una de esas cosas del diablo para grabar programas de tele, todos los días interrumpía sus actividades a las diez de la mañana para sentarse frente a la televisión y anotar hasta el último ingrediente recomendado por la chef. Recuerdo que en esa época descubrí la utilidad de la letra manuscrita: no sólo era la única forma de poder copiar a toda velocidad las instrucciones para preparar un platillo, era también parte del plan maestro de las abuelas para resguardar sus recetas secretas. Hasta la fecha, no hay alguien en toda la familia que pueda traducirlas del euskera al bonito castellano.

¿Por qué estoy hablando de mi abuela? Aaah sí. Porque yo me he convertido en una. ¡A mis 41 años! Pero no me quejo. No tengo ni arrugas ni demasiados achaques. Pero sí un cuadernito manchado de salsas y aceite con un montón de recetas buenísimas. Ya les pasaré una.



.




No hay comentarios:

Publicar un comentario