Empieza la época de frío. Las calles están repletas de personas que se suenan las narices rojas e irritadas. Los que toman en cuenta las recomendaciones, se cubren muy bien la boca al toser o estornudar. Pero muchos otros, tan campantes, van por la vida estornudando en el cuello del incauto que se les ponga en frente.
La influenza y el H1N1 vuelven a estar en las listas de palabras más buscadas en google y anexas. Las preguntas siguen siendo muchas. ¿El virus ha mutado? ¿Es realmente más agresivo? ¿Es verdad que ahora es resistente al Tamiflu? Si llegaron tan pocas vacunas a México, ¿quiénes serán los primeros en recibirlas? En fin, dudas y más dudas. Al menos ya no hay pánico. Como en aquellos días de finales de abril, en los que la contingencia sanitaria se convirtió en algo entre un toque de queda y una película de zombies.
Pienso en todo esto justo porque Carlos y yo estuvimos en cama todo el fin de semana, muy agripados y moquientos. Una verdadera lata. Pero pudimos comprobar que las recomendaciones más sencillas siguen siendo las más efectivas: descansar y tomar mucha agua.
Lo que volvió a salir a flote es la eterna batalla que tenemos respecto a cómo tratar las enfermedades. A Carlos para nada le gusta que recurra a la medicina alopática, es decir, la medicina convencional, la de los laboratorios millonarios y no con la mejor reputación. Él prefiere y confía mucho más en los productos naturales, o la medicina homeopática. Por fortuna, la guerra "Propóleo versus Histiacil" se resolvió por la vía diplomática. Es decir, terminamos atascándonos de ambos. Fue como fumar realmente la pipa de la paz.
Ahora él ronca profundamente a mi lado (después lo negará) y yo, no lo puedo negar, me siento mucho mejor.
En fin, si están agripados, mejor quédense en casa en la medida de lo posible, coman muy bien, cosas como verduras o jugos (el de tomate es exquisito y rico en vitamina C). Y si de estar encerrado se trata, siempre habrá buenas películas para ayudarnos a pasarla bien.
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