miércoles, 12 de mayo de 2010

Las mascarillas caseras deben volver


Cuando era niña me encantaba jugar a ser señora, lo cual me llevó a andar por la vida con la cara cubierta del guacamole que mi mamá se ponía para "hidratar" el rostro. Hoy que husmeaba en la sección de belleza de Liverpool me puse a pensar con nostalgia en aquellos días del pepino en los ojos y la mayonesa en el pelo.

Entre tantas cremitas rejuvenecedoras que lo contienen todo, una piensa que el "regreso a lo natural" a estas alturas es simplemente imposible. ¿Cómo competir contra la crema con extracto de semilla de argán de Yves Rocher o contra la crema con extracto molecular de orquídea imperial de no me acuerdo qué marca?

Una escucha esos ingredientes tan sofisticados y ve esos empaques tan apantalladores que la sola idea de andar por la casa con puré de plátano en la cara y el cuello suena por completo ridicula. ¿O no? Al menos en mi caso, Carlos y Alejandra seguro se morirían de la risa si me ven en tremenda facha.

Muchas me dirán que estas supercremas no pretenden desplazar a las tradicionales y malolientes mascarillas que toda mujer se ponía en los ochenta, pero a ver, díganme, ¿quién en su sano juicio se pondría a conseguir extracto de baba de caracol para corregir esas "pequeñas imperfecciones" tal como lo promete una crema de Guerlain o Chanel?

En un intento desesperado por rescatar esa bonita tradición, me dispongo a abrir un grupo en Facebook que se llamará "Yo también extraño quitarme las ojeras con rebanadas de jitomate". Estoy segura que será un éxito total. Bueno, con algo me tengo que entretener mientras mi piel absorbe esta mezcla de arcilla y miel que traigo en la cara.


Quién lo viera, tan conchudo y baboso, pero cotizadísimo en la industria de la belleza.






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